Por LEANNE ITALIE
NUEVA YORK (AP) — Con 24 años de edad, El Johnson ha decidido que no tendrá hijos, aunque ella y su novia no han descartado adoptar.
La estudiante de posgrado que trabaja en servicios jurídicos en Austin, Texas, tiene una lista de razones por las cuales no piensa tener hijos: La crisis climática y una enfermedad genética, entre otras.
“No creo que sea responsable traer niños a este mundo”, comentó Johnson. “Ya hay niños que buscan un hogar. No sé qué clase de mundo será en 20, 30 o 40 años”.
De hecho, está tan segura de no tener hijos que pronto le extirparán las trompas. Es una decisión preventiva que se vio impulsada por la caída del caso Roe vs. Wade y por las fuertes restricciones a los servicios de aborto en su estado y en todo el país.
Otras mujeres que fueron entrevistadas también mencionaron la crisis climática, junto con una abrumadora deuda estudiantil y la inflación, como razones por las que nunca serán madres. Algunos varones jóvenes también están decidiendo lo mismo y otros más están buscando hacerse la vasectomía.
Cualquiera que sea la razón, tiene un efecto en la tasa de natalidad.
La tasa de natalidad de Estados Unidos cayó 4% en 2020, la disminución anual más grande en casi 50 años, de acuerdo con un reporte del gobierno. El gobierno registró un alza de 1% en los nacimientos el año pasado, pero el número de bebés nacidos seguía siendo más bajo que antes de la pandemia de coronavirus: unos 86.000 menos que en 2019.
Walter y Kyah King viven en los suburbios de Las Vegas. Walter, científico de datos deportivos de 29 años de edad, y Kyah, orientadora de carreras universitarias de 28 años, han estado juntos durante casi 10 años, casados los últimos cuatro. Ambos se dieron cuenta de que no querían tener hijos.
“Fue a principios de nuestros 20 que empezamos a cambiar de opinión”, comentó Kyah. “Nos habíamos mudado a California y realmente apenas estábamos empezando con nuestras vidas adultas. Creo que hablamos sobre tener tres hijos en algún momento. Pero con la economía y la situación en el mundo, y pensando en la logística de traer niños al mundo, fue entonces cuando empezamos a tener dudas”.
Las finanzas son lo principal. Antes de impuestos, ambos ganan aproximadamente 160.000 dólares anuales. Kyah tiene una deuda estudiantil de 120.000 dólares, y a Walter le restan unos 5.000 por pagar. La pareja comentó que no podría comprar una casa y asumir los costos de un solo hijo sin hacer grandes sacrificios que no están dispuestos a hacer.
Pero para Kyah, la decisión va mucho más allá del dinero.
“Creo que seríamos muy buenos padres, pero pensar en acudir a nuestro sistema de salud para dar a luz es aterrador. Mujeres de raza negra, madres de raza negra, no son tratadas de la misma forma que las madres blancas”, comentó Kyah, quien es afroestadounidense.
Cuando expire el DIU de Kyah, Walter dijo que considerará someterse a una vasectomía, un procedimiento que repuntó entre los hombres menores de 30 años durante la pandemia de coronavirus.
Jordan Davidson entrevistó a más de 300 personas para un libro que salió en diciembre titulado “So When are You Having Kids?” (Entonces, ¿cuándo van a tener hijos?) La pandemia, comentó, llevó a muchos a postergar el tener hijos entre los que siquiera están contemplando esa opción.
“Estos plazos que la gente creó para sí, como ‘quiero lograr X dentro de tres años’, han cambiado. La gente no estaba necesariamente dispuesta a cambiar los objetivos y decir: ‘Está bien, voy a renunciar a estos logros y hacer esto de forma diferente’”, señaló. “La gente sigue queriendo viajar. Quiere seguir estudiando posgrados. Sigue queriendo ciertos puntos de referencia financieros”.
Los temores sobre el cambio climático han cimentado la idea de vivir sin hijos para muchos, dijo Davidson.
“Ahora, con más incendios forestales, sequías, olas de calor, de repente se hace realidad la idea de que: ’ok, esto está ocurriendo durante mi época, ¿y cómo va a ser esto durante el tiempo que vivan mis hijos?”, comentó.
En la ciudad de Nueva York, Emily Shapiro, redactora de una agencia de publicidad farmacéutica de 23 años de edad, gana 60.000 dólares al año, vive en casa de sus padres mientras ahorra dinero y nunca ha querido hijos.
“Son pegajosos. No podría imaginarme cargar a un niño cubierto de helado. Soy un poco fóbica a los gérmenes. No quiero cambiar un pañal. Si los tuviera, no los querría hasta que estuvieran en sexto grado. Además, creo que la Tierra no está muy bien, así que sería injusto”, dijo.
Entre las personas que Jordan entrevistó, la preocupación por el medio ambiente fue mucho más frecuente entre el grupo más joven. Las cuestiones de asequibilidad preocupan tanto a los milenials como a los miembros de la Generación Z, señaló.
“Hay mucho miedo en torno a tener hijos que estén peor de lo que ellos mismos veían durante su infancia”, indicó Davidson.
Dannie Lynn Murphy, que ayuda a encontrar ingenieros informáticos para Google, dijo que tenía cerca de 17 años cuando los servicios de protección infantil la sacaron de su casa debido a un patrón de maltrato infantil. Su esposa, añadió, también fue criada en un ambiente “no muy bueno”.
“Ambas, en un momento dado, habríamos dicho que sí a los niños”, dijo. “En mi adolescencia tardía y en mis primeros años de adulta, vi y entendí el atractivo y me atrajo la idea de poder criar a alguien de forma diferente a como me criaron a mí. Pero las realidades prácticas de un niño son una porquería”.
Murphy gana unos 103.000 dólares al año, con bonos y fondos que pueden elevarse a 300.000 dólares. Su esposa gana unos 60.000 dólares como abogada. No son propietarias de su casa de Seattle.
“No me veo comprometiéndome con una hipoteca, y mucho menos con un hijo”, comentó Murphy, de 28 años. “Creo que la razón principal es económica. Preferiría gastar ese dinero en viajar antes que gastar medio millón de dólares en la crianza de un niño. En segundo lugar, está el miedo a comportarnos con nuestros hijos como nuestros padres se comportaron con nosotras”.
Alyssa Persson, de 31 años, se crió en una pequeña ciudad de Dakota del Sur. Casarse y tener hijos estaba arraigado en la cultura, señaló. No fue hasta que se divorció cuando dio un paso atrás y se preguntó qué era lo que realmente quería de la vida.
“La mayoría de las mujeres de donde yo soy pierden su identidad en la maternidad”, dijo Persson, que ahora vive en San Luis y gana unos 47.000 dólares al año como bibliotecaria universitaria.
Tiene una deuda de préstamos estudiantiles de unos 80.000 dólares. Persson es una exprofesora a la que le encantan los niños, pero cree que ahora piensa más claramente que nunca en los costos, las implicaciones y los sacrificios de la paternidad.
“Tener hijos me parece una trampa, para ser franca”, aseveró. “Financiera, social, emocional y físicamente. Y si alguna vez hubo alguna duda, el hecho de que no pueda mantenerme cómodamente con mi sueldo es suficiente para ahuyentar la idea por completo”, puntualizó.