Semana Santa: volver al silencio
Cuando yo era niña, la Semana Santa era otra cosa. Era silencio. Recogimiento. Tiempo de pausa.
En mi casa, desde que llegaba el Jueves Santo, todo cambiaba. Mis padres imponían una atmósfera de respeto absoluto. No se escuchaba música. No se barría, no se lavaba ropa, no se comía carne. La radio se apagaba. Las palabras bajaban de volumen. Las risas se contenían. Era como si el mundo entero se inclinara, por unos días, al misterio de algo más grande. Al misterio de la vida.
Hoy las cosas son distintas. La Semana Santa ha cambiado su rostro. Se ha vuelto sinónimo de carretera, playa, selfies, conciertos, promociones. Y no está mal disfrutar, vivir, respirar el aire libre, eso es vivir.. YO soy una abanderada de los viajes… . La vida también se celebra. Y está bien que los tiempos cambien. Pero entre tanto bullicio, echo de menos ese pequeño espacio sagrado que antes teníamos para mirar hacia adentro.
Esta Semana Santa nos llega, además, en un contexto donde el país aún carga con el dolor de tragedias recientes. Con pérdidas. Con familias rotas. Con comunidades marcadas por la violencia o el abandono. Niños en las calles, a merced de todos y de nadie. Por eso, más allá del disfrute y la desconexión, también necesitamos sensatez. Y un poquito de alma.
Creo que este puede ser un buen momento para retomar algo de ese silencio perdido. Para recordar que el recogimiento no es castigo, sino oportunidad. Oportunidad de escuchar lo que el ruido suele tapar: nuestra propia voz. Nuestras heridas. Nuestros afectos. Nuestra fe, incluso si está rota o en pausa.
No importa si usted no va a una iglesia, si no sigue ritos, si cree o no cree. Lo importante es permitirnos una tregua interna. Un respiro. Una conversación con lo esencial. Esa es también una forma de espiritualidad.
Yo podia escuchar el viento y el crujir de las sillas en la galería. Veía a mi padre sentado en ella, callado, tan callado que no se sentía su respiracion. A veces, el único sonido era el de nuestras miradas.
Esta Semana Santa, más allá de lo festivo, quiero invitar a quienes leen estas líneas a abrirle espacio a la espiritualidad, sea cual sea la forma en que la entiendan. No se trata solo de rezar o ir a misa. Se trata de hacer silencio por dentro. De escucharse. De reconectar con lo que somos, con lo que hemos perdido, con lo que aún podemos sanar.
Habrá tiempo para salir, para bailar, para disfrutar las tantas cosas lindas que nos regala la vida. Pero este fin de semana —aunque sea por un momento— permitámonos dejar que el alma también respire.
Tal vez si aprendemos a guardar silencio, escuchemos algo más profundo que el ruido del mundo: nuestra propia voz.
Habrá tiempo para la fiesta. Para la música. Para las playas y los reencuentros. Pero esta Semana Santa, aunque sea por un rato, regalémonos el silencio. Porque a veces, en el silencio, también hay consuelo. También hay luz. Permitámonos dejar que el alma también respire.

🖋️ Yamira Taveras
Periodista. Sensibilizada por las buenas causas y una viajera de sueños y oportunidades.