TEXTO DE LA REVISTA VANITATIS
Habrá tiempo de sacar conclusiones acerca de todo lo que hemos vivido estos días en el Reino Unido. Habrá lecturas más políticas y quizá haya que hablar sobre algunos aspectos del protocolo, pero hay una reflexión inmediata a la luz de los acontecimientos, y es el destierro definitivo del príncipe Harry de la fotografía oficial. El hijo menor de Carlos III ha permanecido poco más de 24 horas en el país que le vio nacer, ocupó el mismo sitio que sus primos en la abadía de Westminster y salió inmediatamente después de acabar la ceremonia dirección Heathrow. Quirúrgico.
El príncipe Harry viene protagonizando las crónicas reales desde hace años. El argumento de su película es el de una historia de amor que se enfrenta contra viento y marea a las rigideces de la empresa familiar, que resulta ser la monarquía más popular del mundo. Él y Meghan Markle, su esposa, han descrito en entrevistas, documentales y hasta en un libro cómo fueron sus últimos años en The Firm, una épica en la que no faltan supervillanos y drama.
Con el portazo del coche que le ha llevado de vuelta al sol de California, Harry cierra también esa etapa. Ante la majestuosidad de un protocolo con mil años de historia que ha coronado a su padre y a su madrastra, la interminable serie de lamentos del duque de Sussex y de su mujer se han diluido por la alcantarilla. El hijo menor de Carlos III ha sido tratado tal y como él quería, como un miembro de la familia sin obligaciones oficiales. No estuvo en la recepción que ofreció el rey el viernes 5 de mayo a los dirigentes extranjeros presentes en Londres para los actos de la coronación, no ocupó un sitio especial en la abadía de Westminster como hijo del rey ni apareció en el balcón de Buckingham con el resto de la familia del rey. Ya es oficialmente un pariente lejano.
Hubiera sido un almuerzo muy incómodo. Las memorias del príncipe, recientemente publicadas, no dejan en buen lugar a su hermano Guillermo ni a su cuñada Kate. ‘En la sombra’ narra encuentros privados entre los hermanos, retrata a Guillermo como un personaje ambicioso y a ratos malhumorado, y es especialmente implacable con la reina Camila, a la que acusa veladamente de filtrar información sobre él para ‘tapar’ sus propias vergüenzas. ¿Qué miembro de la familia real se arriesgaría a tomarse algo con él sabiendo que esa charla puede ser material para un nuevo libro?
Aun así, y tras varios meses de incertidumbre, el príncipe Harry aceptó la invitación de su padre para acudir a la coronación. Decidió ir solo, sin sus hijos Archie y Lilibeth, ni, por supuesto, Meghan Markle.
El aparatoso atuendo de la princesa Ana, sentada delante de él, impidió en varias ocasiones ver la reacción de Harry a lo que estaba sucediendo en la abadía de Westminster. Algunos medios señalan que el hijo menor de Carlos III inclinó la cabeza ante su padre cuando pasó junto a él, pero lo cierto es que la vistosa pluma roja del sombrero de la ‘princess royal’ hurtó ese momento a los medios. En una monarquía tan protocolizada como la británica nada es casualidad.
En un vuelo de American Airlines
El príncipe llegó a Reino Unido en un vuelo comercial de American Airlines el viernes por la mañana y no se sabe dónde pasó la noche. Según Sky News, Buckingham le invitó amablemente a almorzar con el resto de la familia el sábado, pero este declinó la oferta para poder marcharse cuanto antes a California. No muy lejos de él también se sentó el príncipe Andrés, otro ‘desterrado’ de la familia, que dejó de usar el título de Alteza Real en enero de 2022.
Andrés llevaba su túnica de la Orden de la Jarretera, aunque Harry optó por lucir un chaqué con varias medallas. Mientras, las filas delanteras eran ocupadas por Guillermo, Kate y sus hijos; la princesa Ana y su marido, Tim Laurence, y los duques de Edimburgo, Eduardo y Sofía, con sus hijos. Según el ‘Sun’ buena parte de las discusiones de protocolo se centraron precisamente en cómo sentar a los miembros de la familia. Aunque en un principio se quiso hacer por orden de sucesión al trono, eso hubiera colocado a Harry demasiado cerca de su hermano y de Kate, lo que pretendía evitarse en todo momento. El resultado ha sido la escenificación de un nuevo orden impuesto por Carlos III.
Al final, Harry se ha convertido en un mero espectador en la ceremonia de coronación de su padre y su madrastra. No ha participado en ninguno de los actos oficiales adyacentes, como la procesión de la coronación, la recepción de Buckingham o la salida al balcón. «Asistir ha sido lo correcto para él a largo plazo. Al menos puede decir que vino e hizo el esfuerzo de estar con su padre en su gran día… Pero no ha tenido alfombra roja y ha sido solo un miembro más de la congregación», escriben en el ‘Mail’.
Todas las miradas estaban puestas sobre él porque era la primera vez que se enfrentaba en público a su familia desde que saliera al mercado ‘En la sombra’. En estos meses previos a la Coronación, Harry y Meghan han estado negociando con la casa real británica los términos de su presencia en la ceremonia, en lo que fuentes de palacio describieron como un juego de «ping pong transatlántico». Según estas fuentes, hablar con los Sussex ha sido como «tratar de comunicarse con Marte». Querían un plan de seguridad específico y no estaban muy seguros de cómo iban a ser recibidos por los británicos. Finalmente, decidieron in extremis que Meghan no viajara para poder estar con Archie en su cumpleaños. Ese día se escuchó un suspiro de alivio en Buckingham.