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PELLA, Iowa, EE.UU. (AP) — Kathleen Evenhouse se toma un descanso en un rincón del café de un pequeño pueblo en Iowa para fustigar la acusación penal federal a Donald Trump: dice que es evidentemente política, obra de un Departamento de Justicia que considera sumido en la hipocresía.
“Creo que, como país, estamos jugando”, declara la autora de 72 años, vecina de Pella, en una entrevista, expresando una posición generalizada de la derecha desde que se formuló la acusación al expresidente. “Creo que atenta contra cualquier sentido de justicia o cualquier sentido de… ¿Vale la pena que yo vote? ¿Vale la pena escuchar las noticias? ¿Por qué habría de importarme?”.
Evenhouse sí piensa votar en las asambleas republicanas de Iowa, las que inician las primarias del partido, el año entrante. Aunque está furiosa por la situación de Trump, no le dará su apoyo.
Muchos votantes en los primeros estados que votarán en las primarias, que tendrán un papel fundamental al decidir su suerte política, coinciden en que es víctima de un trato injusto. A pesar de la desconfianza generalizada en el Departamento de Justicia y su acusación de que guardó ilegalmente documentos con sello de confidencialidad e intentó ocultarlos de las autoridades federales, algunos votantes en Iowa, Nuevo Hampshire y Carolina del Sur dicen que la figura de Trump está demasiado dañada para ser el candidato del partido por tercera vez.
“Si cavas un pozo y después tienes que salir, se vuelve más difícil”, agrega Evenhouse. “Y me parece que es ahí donde se encuentra”.
Para argumentar que Trump es víctima de un trato injusto porque otras personas sorprendidas en posesión de documentos clasificados recibieron un trato distinto, es necesario pasar por alto diferencias cruciales. El presidente Joe Biden, el exvicepresidente Mike Pence y otros cooperaron con las autoridades federales cuando se hallaron documentos en su poder. Trump, de acuerdo con el acta de acusación presentada ante la corte federal en Miami, desoyó una orden federal de entrega de documentos y trató de engañar al Departamento de Justicia acerca de lo que tenía.
El rencor que ha provocado el trato recibido ha sido alimentado no sólo por Trump sino por comentaristas de la derecha, legisladores republicanos y rivales por la Casa Blanca. Los republicanos que reconocen la diferencias han optado por la discreción.
Aunque la teoría del doble rasero ha ganado adeptos entre los votantes republicanos en los primeros estados, de ahí no se desprende necesariamente que la indignación se traducirá en votos para Trump al inicio del proceso el año próximo. No es que los votantes hayan perdido su afecto por Trump, sino más bien que algunos creen que no podrá ganar en semejante torbellino.
“Por ahora soy partidaria de Trump”, explica Karen Szelest, de 76 años, vecina de Indian Land, Carolina del Sur. “Sin embargo, me parece que están haciendo todo lo posible para que no sea candidato a presidente de Estados Unidos. Adicionalmente, me parece que quizás, por el bien del país, podría votar por otro porque siguen persiguiendo a Trump, persiguiendo a Trump, persiguiendo a Trump”.
La semana pasada se produjo un punto de inflexión discordante en la campaña presidencial cuando el Departamento de Justicia siguió adelante con la acusación penal, la primera a un expresidente y nada menos que por mal manejo de información de secreto máximo.
Según el acta develada la semana pasada, Trump está acusado de 37 crímenes —muchos de ellos bajo la Ley de Espionaje— por conservar ilegalmente documentos clasificados en su finca de Mar-a-Lago en Florida y tratar de ocultarlos de los investigadores que reclamaron su entrega.
Después de declararse inocente el martes, Trump volvió a presentarse como la víctima de un departamento politizado y empeñado en impedirle recuperar la presidencia que, según sostiene falsamente, le fue robada en 2020.
Algunos de los 20 votantes en los primeros estados entrevistados la semana pasada se dedicaron principalmente a fustigar lo que llaman la agenda política de ese departamento.
“Me da náuseas que parece haber criterios completamente distintos para un conservador y sobre todo para Donald Trump”, expresa Sue VanEe, agricultora jubilada de 68 años que aguardaba a una persona amiga en el mismo café donde Evenhouse estaba escribiendo. “Completamente distintos. Lo contrario”.
Biden ha dicho que no se comunicó con el Departamento de Justicia ni con el fiscal especial acerca de la investigación antes de que se conociera el acta de acusación.
Primaba el escepticismo entre los republicanos entrevistados por The Associated Press después que Trump compareció en la corte federal y, por intermedio de sus abogados, se declaró inocente de todos los cargos.
Esto refleja una división persistente entre los seguidores de ambos partidos acerca de cómo ven el caso. Según una encuesta de ABC News/Ipsos la semana pasada, el 48% de los estadounidenses creen que se debe acusar a Trump en el caso de los documentos, mientras el 35% cree que no. Al mismo tiempo, el 47% de los encuestados cree que las acusaciones obedecen a motivos políticos, contra el 37% que cree lo contrario.
En cambio, la mayoría de los republicanos creen que no debe ser acusado y el 80% opina que las acusaciones obedecen a motivos políticos, según la encuesta de ABC.
En cuanto a las elecciones, todas las encuestas de los últimos meses dan como favorito a Trump en las primarias republicanas.
Trump enfrenta el reto de conservar esa ventaja a medida que se desarrollan los juicios. Su esperanza de que vuelquen a los votantes a su favor se ve reforzada por gente como Kelly White, de Indian Land.
“De alguna manera me impulsa a apoyarlo aún más”, afirma.
Uno de los argumentos más frecuentes es el de restar importancia a las acusaciones a Trump y a la vez señalar lo que llaman el doble rasero: por ejemplo, el de la cuenta de correo electrónico que la exsecretaria de Estado demócrata Hillary Clinton mantenía en el sótano de su residencia particular en Nueva York.
El Departamento de Justicia no presentó acusaciones de manejo inadecuado de documentos clasificados, en parte porque los casos juzgados bajo la Ley de Espionaje a lo largo del siglo pasado se referían a presuntos intentos de obstruir la justicia y el mal manejo intencional de la información secreta. Esos factores no estaban presentes en su caso, según los investigadores.
En un mercado callejero en Bedford, Nueva Hampshire, Tom Zapora conversaba con amigos y merendaba una papa frita poco después de la comparecencia de Trump.
“Acá ocurren muchas cosas y en mi humilde opinión, el actual presidente y presidentes anteriores han hecho lo mismo o más que él y de alguna manera se han salido con la suya”, manifiesta Zapora, un republicano dueño de una compañía de mudanzas.
En Pella, con una población de 10.000 habitantes en el condado de Marion en Iowa, donde Trump recibió dos tercios de los votos en 2020, la investigación distaba de ser el asunto que más preocupaba a los votantes en un evento de campaña de uno de los rivales de Trump, el senador Tim Scott, de Carolina del Sur. Durante la sesión de preguntas y respuestas, el tema tardó 40 minutos en aparecer.
Cuando surgió, la persona que hizo la pregunta no inquirió acerca de los cargos contra Trump, sino acerca de la imparcialidad del Departamento de Justicia.
Entre los 200 presentes, la ingeniera Gina Singer, de 58 años, antes acérrima partidaria de Trump, opinó que el juicio estaba distrayendo a la gente del asunto más importante de elegir a un candidato capaz de vencer a Biden en 2024.
Aunque dice que le molesta el doble rasero, cree que Trump podría estar agobiado por tantas sospechas que tal vez lo mejor para el partido sería un candidato de la nueva generación.
“Amo todo lo que él representa y quiero que sus medidas sean ley”, explica Singer. “Pero seguirán persiguiéndolo. Por eso busco a alguien distinto. Las dos cosas pueden ser ciertas”.