SANTIAGO DE LOS CABALLEROS, Fueron sepultados los restos del destacado locutor santiaguero José Miguel Román, conocido como «El Cafre», quien perdió la vida en un accidente de tránsito ocurrido en Cabirmota, provincia La Vega.
Su muerte causo consternación en Santiago, pues era muy querido por la clase comunicacional y la población que amaba la salsa.
La Defensa Civil de Santiago confirmó la noticia del deceso y de otro locutor Henry Almonte.
En el mismo accidente, resultó herido el colombiano Miguel Andrés Muñoz, cuyas condiciones de salud no han sido especificadas hasta el momento. Las autoridades están investigando las circunstancias del accidente.
El legado de «El Cafre» permanecerá en la memoria de quienes disfrutaron de su carisma y profesionalismo en el mundo de la radio.
Conforme a reportes en redes sociales, el vehículo en el que se trasladaba el locutor santiaguero impactó contra un poste del tendido eléctrico.
En el sepelio, se leyó un panegírico.
El Cafre
Símbolo de los ritmos caribeños y tropicales
Las voces resuenan en un bullicio colectivo, para un llamado urgente de liberación armónica, donde las congas entonan su parsimonia con vehemencia y convicción melódica.
El timbal protagoniza la descarga predilecta de la pantomima de la muchedumbre, que convierte la coreografía en un arcoíris de colores en el solsticio de invierno.
Las maracas, idiófonos del trópico, hijas distinguidas de nuestra flora, son guías imperecederas del cantor que entona lo cotidiano.
El guaguancó, el nengón, la rumba y la guaracha, ritmos de herencia ancestral, confluyen con la postmodernidad de la salsa, creación del legendario Johnny Pacheco, miembro distinguido del otrora espacio geográfico de Pueblo Arriba, Los Pepines.
De ese entorno rítmico surge la voz inconfundible de El Cafre, innovador de un estilo particular que, a través de las ondas hertzianas, conquistó a los ciudadanos de la Ciudad Corazón y del Caribe.
Su territorio libre en Los Pepines lo elevó a la cúspide, donde su micrófono estaba presente en los eventos cotidianos celebrados en la centenaria calle Cuba, cuna del colmado «La Felicidad», hogar de recuerdos artísticos.
Desde esa emblemática calle, El Cafre dejó un legado festivo permanente, donde la magia, la luz y el compás rítmico predominan. Su voz era el motivo y el hilo conductor, con su gracia y entonación únicas.
El Cafre, ciudadano ejemplar, de sentimientos amplios y aptitud solidaria, donde la maldad, la hipocresía y la ignominia no tenían cabida. Su amor y pasión por el arte nacional lo convirtieron en un bohemio, soñador incansable con su micrófono y su agigantada animación.
Vete en paz, maestro.
Que la tierra te sea leve.
Rafael Almánzar Mármol